Escritos,historias y locuras.

sábado, 26 de noviembre de 2016

UN INVIERNO EN NAGANO(NAGAO NO FUYU):PARTE III

UN INVIERNO EN NAGANO(NAGANO NO FUYU)


PARTE III:

Sintiendo la humillación bajo la piel, más fuertemente que nunca, me levanté de tu lecho, me vestí, y corrí escaleras abajo.
-Volverás-dijiste, mordiendo las palabras contra el cigarrillo que colgaba de tus labios-Siempre volverás.




a piel, más fuertemente que nunca, me levanté de tu lecho, me vestí, y corrí escaleras abajo.
No sé por cuánto tiempo anduve sin rumbo fijo atravesando las calles de aquel triste suburbio en el que habías elegido vivir.Cuando resolví por fin volver al sitio en donde siempre solía dejar mi automóvil, advertí que había olvidado algo, no recuerdo exactamente qué cosa.Tal vez fueran las mismas llaves del auto, o algo más importante...
Detestaba hacerlo, pero tenía que regresar a tu apartamento.
Y regresé.
-Iori...Soy yo...Ábreme, por favor...Olvidé algo, y...
Para mi sorpresa, la puerta estaba abierta.La empujé, entré...
Y te vi.
En medio de un lago púrpura que brotaba de tus muñecas, caído en el piso de tu alcoba, pálido, desangrándote...
Lleno de terror, me arrodillé a tu lado, te llamé, busqué por todos los medios detener la avalancha violácea de tu sangre.

Recuerdo haber llamado a un servicio paramédico cualquiera, prácticamente desconocido, y observar cómo restañaban tu sangre mirándose entre ellos, preguntándose:"Qué es esto?!"
A poco volviste en ti.Tu contextura vigorosa pudo más que la hemorragia, que, sin embargo, fue considerable.
Yo no sabía aún , entonces, que habían existido otros intentos anteriores.
[Mascaradas?...Burdo teatro?...Trucos para atraer la atención?...]
Yo no sabría decir, ni aun hoy, cuánto de simulación y cuánto de dolorosa verdad se escondían detrás de tus tentativas de suicidio.

Pero al día siguiente renté esta cabaña, aquí, en las afueras de Nagano[bastante alejada del ejido urbano], por todo el resto de aquel invierno.
Y escapamos.Huimos de los cien mil ojos indiscretos , de las miradas capciosas, del bisbiseo entre burlón y horrorizado , que nos perseguían cada vez que entrábamos juntos a cualquier sitio, en cualquier parte del mundo.
V
Aquellos días de invierno en Nagano fueron los más felices de mi vida.Pude verte sonreir[por primera vez!]como un niño ante la gran chimenea de piedra , tostando almendras y castañas, o sentado junto a la ventana, con tu vieja guitarra, improvisando siempre, mirando hacia el lago helado que te devolvía el exacto color de tus ojos, observando el esqueleto del único árbol que se levantaba junto a la cerca, o , más allá, el bosque de abetos, siempre en sombras.
Y recuerdo particularmente un anochecer encantado.
Tu estabas allí, junto a la ventana, sentado en un escabel, con los pies descalzos sobre la vieja y remanida piel de oso.Vestías aquellos pantalones de camuflaje, y el suéter negro de cuello alto.Los rojos cabellos cayéndote hasta casi los hombros, la barba crecida, un cierto desaliño en tu persona que te hacía aún más atractivo[si es que ello era posible!]...
Aferrabas tu guitarra, apoyándola en tus rodillas y estrechándola contra la inmensidad de tu pecho.
Desde la pequeña cocina yo podía observarte, en tanto preparaba alguna cosa para la cena.
-Prefieres más jamón o más salame sobre tu pizza?
-Más de todo.Y no olvides poner sobre el menjunje ése que estas preparando, un buen bistec a medio cocer, cortado en trozos grandes.Me muero de hambre.
-Eres incorregible!-me volví hacia ti, y me acerqué a preguntarte:
-Qué estás haciendo?
-Algo.Quieres escucharlo?
-Ahora no...Espera a que termine con la cena, y...
-Olvida eso.Deja todo, y ven aquí.
Fui a sentarme sobre la gastada piel de oso, a tus pies, observando como tus largos dedos, los más largos que había visto en toda mi vida, vagaban casi sin rumbo sobre las cuerdas de tu guitarra, buscando una melodía, y hallándola.Las notas de aquella canción eran profundamente tristes, hondamente melancólicas.De tanto en tanto alzabas los ojos de los trastes, para mirarme.
Creo que estabas sonriendo...
Sin soltar tu guitarra, aferrándola con tu brazo, te deslizaste desde la butaca hasta la piel de oso, enlazándome con el brazo que te quedaba libre, atrayéndome hacia ti, para besarme largamente en la boca, en los ojos, en la frente y las mejillas, para jugar con tu lengua en mis orejas y en mi cuello, despertando las palomas y los tigres del deseo.
Así.Simplemente.Sin decir más palabras, ni dejar de aferrar el cuerpo de madera de tu vieja guitarra, me estrechaste aún más contra la enorme soledad de tu pecho, como si quisieras meterme alli, con tu guitarra, con toda tu música, atravesándote tú mismo la piel, la carne y los huesos.
Después...Claro...Fui tuyo una vez mas...
Pero de una manera diferente.
Mi rostro se apoyaba en el cristal de la ventana, rodeado de nieve y escarcha, empañándolo con el halo tibio de mi aliento.Tu cuerpo era la fuerte armadura que me empujaba desde atrás, dulcemente, abriéndose paso con un gemido nuevo en cada contracción de nuestros músculos, que, ahora tensos como las mismas cuerdas de tu guitarra[ que a pesar de todo no soltabas], vibraban al unísono, como nunca antes, en un mundo secreto y nuestro, en un mundo donde ya no existían las palabras.Cada vez que entrabas y salías de mi cuerpo, lentamente, como nunca[ya no eran tus hachazos, tus salvajes estocadas buscando la oscuridad de un fondo que siempre alcanzabas justo en el momento en que explotaba mi delirio], yo sentía que mi sangre hacía una fiesta de gozo sereno, de gozo indescriptible.
Me abrazabas junto con tu guitarra.Como si yo fuese una canción.
Y el dolor no existía...ni el miedo...ni la vergüenza...
Fue largo y profundo aquel abrazo.Fue un acto sin prisa, sin apremio, sin urgencias.Lentamente subimos juntos por el sinuoso camino del deseo, para dejarnos caer, también juntos, sin decir palabra:yo, gritando tu nombre, pero sin voz, hacia dentro, sintiéndome incapaz de articular sonido alguno...Y tú...Quién sabe!...Quizás escuchando a cada célula de mi cuerpo gritar:"Te amo!!!"...
Aishiteru...
Fue una de las pocas veces en que caímos juntos , exactamente al mismo tiempo, sin que mediara ni un solo segundo, en medio de un profundo mar de orgasmo.
Jamás había sido tan perfecto.
Y , tal vez, jamas habría de volver a serlo.
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